02 abril 2010

Speaker's corner

Hola amigos viajeros

Ayer, jueves santo, hemos recibido la visita de nuestros amigos Jorge y Mar, que han venido desde la tierra natal de Mar, Málaga. No les veíamos desde... la última vez que les vimos, si no recuerdo mal en navidades o incluso antes, en el puente de la Constitución. Como siempre, hemos pasado un rato estupendo, como me ocurre siempre que estoy entre amigos.

De los que me conocen, unos dirán que soy más bien callado y otros que hablo hasta por los codos. La verdad es que soy más callado que hablador, pero también es cierto que cuando me pongo a hablar (si me dejan), es un no parar. Normalmente soy callado por dos razones:
- una, porque soy más bien tímido y vergonzosillo, y me gusta pasar desapercibido.
- dos, porque, como dijo Zenón de Elea, “la naturaleza nos ha dado dos oídos y una sola boca para recordarnos que vale más escuchar que hablar”. Y es que siempre he pensado que no tengo mucho que enseñar y sí que aprender, y que mejor manera de aprender que escuchando a las personas que me rodean.

En cambio, Elena es más bien habladora, hasta el punto de interrumpir al que habla (a mi sobre todo). Normalmente no me importa, pero para lo poco que hablo, me gusta que me escuchen y que me dejen terminar la frase del día. Por eso algunos dirán que soy hablador, como no me dejan hablar en casa, lo hablo todo fuera. Pero ya digo que no me suele molestar, así nos complementamos perfectamente, si los dos habláramos mucho sería un desastre, tendríamos que establecer turnos como en el parlamento o peor, seríamos como los tertulianos de tantos y tantos programas actuales.

También me ocurre que tengo un problema de atención, supongo, y es que cuando estoy con un grupo de gente y hay muchas conversaciones cruzadas y ruido de fondo, acabo por no enterarme de nada, pierdo la concentración y parezco aburrido, pero lo que realmente me pasa es que no quiero perderme ninguna de las conversaciones y acabo perdiéndome todas. Como dice la canción “me sorprendo del bullicio, y ya no sé que decir”. Y como acabo por perderme todas las conversaciones, me quedo callado e intento escuchar a ver si me reengancho en alguna.

En fin, me da en la nariz que en años venideros, voy a hablar menos en casa, porque María apunta maneras de gran conversadora. Con cualquier cosa se apaña para hablar por teléfono: un biberón, un imán, una calculadora... y se inventa totalmente las conversaciones con su interlocutor, que varía a lo largo de la conversación. Y todavía falta por ver como se va a desenvolver Ángela: por un lado creo que será como yo, más callada, pero con las broncas que nos monta...

Así que amigos, no me lo tengáis en cuenta si cuando os vea no dejo de hablar o cuando salga a pasear hago los paseos demasiado largos, es que me tengo que desquitar ;D

Hasta la próxima viajeros
 
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