02 marzo 2010

Sinceridad, que gran... ¿virtud?

Hola amigos viajeros

Bueno amigos, como os dije en el anterior paseo, no son falta de ideas lo que me hace pasear poco últimamente, sino más bien falta de ganas. Y es que tengo ideas para salir a pasear casi todos los días: casi tengo una idea el lunes, casi tengo una idea el martes... No en serio, tengo escritos por ahí varios esbozos, pero la desgana y, sobre todo su prima, la vaguería, están haciendo que no salga a pasear.

Por fin, este fin de semana he/hemos podido descansar, al menos un poco. Y eso que el viernes empezó mal, durmiendo 3 horas de jueves a viernes y la noche del viernes al sábado con Ángela en plan "me voy a preparar para OT2030 y he empezado con el estilo que más le gusta a mi padre, el heavy... Aaaaaaaaaaaaaa!!" y María volviendo a las andadas de hace unos meses de "si os pensáis que vais a dormir más de dos horas seguidas es que os habéis olvidado de mi primer año de vida".

Afortunadamente, el resto del güiquen ha sido relativamente tranquilo y hemos podido hacer aquellas cosas que habitualmente no hacemos: dormir un poco, descansar un mucho, ir de compras a por unos zapatos para María porque empezaba a tener los piececitos como los que se atribuyen a las geishas... Y para colmo del descanso, la familiar comida del domingo no contó con más de la mitad de los asistentes por festejos varios, con lo que no hubo tanto alboroto como otros domingos e incluso me quedé dormido un rato en el salón de mis suegros, en plan vespa, con el cuerpo muy recto y la cabeza torcida p'a un lado (sí, y la babita también, vale).

Y una vez más os preguntaréis, ¿pero que tendrá que ver esto con el título de hoy? Pues veréis, cuando hoy he llegado al trabajo, dos de mis compañeros, cuyo nombre no daré para no interferir en su intimidad (y para que no sufran mofa y befa de otros compañeros) me han contado sendas anécdotas que les han ocurrido este fin de semana relacionadas con la sinceridad. No es que yo sea la persona más sincera del mundo, pero no me gusta mentir y, si no me preguntan, no diré las cosas que me gustaría ocultar, pero si me las preguntan directamente... soy un libro abierto de par en par con anotaciones explicativas en los márgenes.

Uno me ha contado que el viernes (o fue el sábado) su novia, en contra de, por lo visto, su habitual costumbre, se maquilló para salir y él, todo caballero y gran poseedor del don de la oportunidad, le preguntó muy educadamente algo así como: "¿pero que te has hecho en la cara?". Por lo visto, tanta sinceridad le acarreó que ella le diera total libertad para hablar con otras personas y, sobre todo, que no la molestara el resto de la noche.

Otra me ha contado que, el sábado, su costillita, tras un viernes deleznable que lo pasó hecha polvo yendo de la cama al sofá y del sofá a la cama, se sinceró y le dijo que había estado haciendo un ruido bronco con el resuello mientras dormía y, para dar una muestra más de sinceridad, cuando por la tarde fueron de compras, mientras ella estaba más que decidida a comprarse un vestido, al verlo, amablemente le preguntó: "¿pero de verdad te vas a comprar eso? pero si es de premamá total".

Espero, queridos amigos viajeros, que estos dos botones sirvan de muestra de porqué, si no me preguntan directamente, prefiero callar, por mucho que otorgue. Un tal Anónimo dijo una vez:

El hombre es dueño de sus silencios y esclavo de sus palabras

pero, para mi gusto, Shakespeare lo dijo mejor:

Es mejor ser rey de tu silencio que esclavo de tus palabras

Hasta la próxima viajeros

1 Reseñas:

Inma dijo...

Añadiria "quien no es capaz de entender una mirada no es capaz de entender una larga explicación". Un abrazo grande

 
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