03 octubre 2009

Noche de machotes II

Hola amigos viajeros

Vaaaale, ya sé que últimamente no estoy saliendo mucho a pasear, pero es que estoy literalmente agotado: mi cuñado lleva los últimos 3 fines de semana secuestrándome para montar los armarios que compró en una tienda sueca y sólo me da de vez en cuando un poco de agua, sin pan ni nada; en mi nuevo proyecto, me han cogido mucho cariño y no hacen más que contar conmigo para todo, incluso fuera de horas; en casa María cada vez está más activa y, como casi no la veo a diario (y últimamente los fines de semana tampoco) pues cuando me ve quiere que le haga caso, que juegue con ella... Total, que entre unas cosas y otras, os podéis imaginar que no saco muchas ganas de pasear.

Hoy vengo a contaros la segunda noche de machotes que hemos tenido. Fue el sábado pasado, después de estar montando armarios, así que os podéis imaginar el cuerpojota que tenía para salir de marcha. Y encima nuestras mujeres nos habían amenazado con que, si volvíamos a casa antes de las 12 de la noche, no nos volverían a dejar salir.

La noche empezó conmigo, dormido a las 9 de la noche en casa de mis suegros y despertándome Elena a las 9:30 para que fuera a ver a los amigotes. Empezamos en un bar de Leganés, tomando unas cervezas y un bocata en la terraza del bar, pero como empezó a refrescar (¿?), los amigotes decidieron entrar dentro a tomarnos un café irlandés, para entonar el cuerpo. Tengo que decir que ni me gusta el café (yo suelo tomar un vaso de leche con una nube de café) ni me gusta el whisky, pero, como ocurrió durante toda la noche, me dejé arrastrar. Cuando salíamos del bar, como nos conocen de hace tiempo, nos invitaron a un chupito de "licor del tío Antonio"... Haced caso a los mayores y no lo bebáis, como mucho podéis utilizarlo para desatascar alguna tubería.

Con la sana intención de recogerme e irme a casa (ya eran más de las 12, habíamos cumplido), salimos del bar, momento que aprovecharon los amigotes para sujetarme entre dos y meternos en un taxi para ir a la zona de Huertas. "Bueno", pensé "no me apetece mucho ir a coger tomates ahora, pero..." Pero, no, no ibamos a coger tomates, ibamos a coger un par de mojitos... El taxista que nos llevó nos contó una anécdota encantadora que le había pasado una vez que se cruzó con un microbús de esos que se utilizan en despedidas de solteros/as y cómo se había encontrado unos metros después al conductor estampanado contra una farola porque se le habían cruzado dos desalmados que iban picados... vamos, que nos animó la noche.

El caso es qué, después de pasar por la Dolores, la Mercedes o algo así y tomarnos un pincho de tortilla, fuimos a buscar los mojitos. No sé si es que ya estaba un poco saturado o qué, pero no me supieron tan buenos como los recordaba. Al final, a eso de las... y pico de la "madrugá", fuimos a buscar un taxi y nos fuimos para casa. Entonces no lo supe, pero Menele y Jawiwi durmieron en el coche porque Susana no se enteró de que estaban llamando a la puerta y yo, cuando llegué a casa, como había echado mucho de menos el trono, estuve enseñándole lo que habíamos comido y bebido.

Encima, para colmo, al día siguiente mi cuñado y yo jugábamos al paddel. Madre mía, que infierno de hora deportiva que tuvimos, creía que no se acababa nunca. Menos mal que, a pesar de todo, ganamos. En su momento juré y perjuré que no me volverían a coger para otra así. Ha pasado una semana, y desde la perspectiva del tiempo que ha pasado, puedo decir, sin temor a equivocarme, que una y no más, Santo Tomás, no ve vuelven a coger para otra de estas ni borracho, nunca mejor dicho, que uno ya no tiene (los demás tampoco) edad para estos excesos.

Hasta la próxima viajeros

1 Reseñas:

Inma dijo...

Anda,anda Karl, que todo es ponerse hombre, y que los excesos con frecuencia anual son bastante sanos, aunque la combinación que describes es una booooooooooombaaaa. Estais hechos unos chavalotes.

 
Subir