15 junio 2009

La Micaela

Hola amigos viajeros

Hoy, viendo el santoral del día, Santa María Micaela, me he acordado de la época en que cursaba BUP y COU en un colegio del Opus Dei y nos llevaban cada año a Buendía, Cuenca, a pasar unos días de convivencia y recogimiento espiritual.

La verdad es que la mayoría de los que íbamos a estas convivencias lo hacíamos por dos motivos, ninguno de ellos religioso: para librarnos de unos días de instituto y para disfrutar de unos días con los amigos jugando al fútbol, yendo de excursión, meternos con los profesores... Y lo conseguíamos, de hecho un año a punto estuvieron de enviarnos a todos a casa, incluidos varios profesores por el ambiente de colegueo que había entre profesores y alumnos. Oh sí, tenía su parte "mala": teníamos charlas acerca del bien y del mal, misa todos los días, rezos... pero lo bien que nos lo pasábamos suplía con creces estos pequeños inconvenientes. O al menos lo suplía para mi.

Para reírse de los alumnos, generar un ambiente de tensión, pasar el rato... lo que fuera, el caso es que había una leyenda acerca del pantano de Buendía, centralizada en la maléfica alma en pena de "la Micaela". De esta buena señora se decía que fue muy tacaña en vida y que tenía un buen dinero ahorrado que no quiso compartir con nadie, ni siquiera con su marido, por lo que este, en su lecho de muerte, la "maldijo" diciéndola que si no celebraba una misa en cada aniversario de su muerte, no descansaría en paz y su alma vagaría por la Tierra.

Esto contado así, a la luz del día y a años pasados, como que ni da canguelo ni nada, pero en Buendía, por la noche, con la bruma y después de ciertas artimañas de nuestros profesores... más de uno ha ido al baño de noche acompañado de su compañero de cuarto. Es más, una de las excursiones que se realizaban era a la supuesta cueva donde la Micaela y su marido vivieron cuando el pantano anegó el pueblo y su hogar. A la vuelta, no os quiero contar como corríamos, con la excusa de una guerra de mandarinas, para no quedarnos los últimos, por si las moscas. Y no os podéis imaginar la noche que, estando de charleta delante de la chimenea, esta produjo una explosión y un profesor, que supuestamente un año había visto a la Micaela, salió corriendo como alma que lleva el diablo gritando que la Micaela venía a por nosotros. Luego nos enteramos que el puñetero había arrojado una ampolla de cristal con agua que, al calentarse, había generado vapor hasta que el cristal no pudo contenerlo y estallo provocando la explosión. Esa noche más de una litera se apoyó contra la puerta para dormir tranquilos.

En fin amigos, espero haberos sacado una sonrisa. La verdad es que yo ahora también me río, pero estando allí, la risa era más nerviosa que alegre. La verdad es que recuerdo con mucho cariño esa época de mi vida, a pesar de las malas lenguas que corren sobre el Opus Dei.

Hasta la próxima viajeros

1 Reseñas:

Anónimo dijo...

No eres el único que conoce "El galeón"... ;P

para mi son buenos recuerdos!

 
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